viernes, 15 de febrero de 2013

IRONIAS DE LA VIDA

Había sufrido un infarto en la soledad de una fría habitación de hotel. Los síntomas eran inconfundibles para un cardiólogo dedicado a la profesión durante más de treinta años: comenzó a sentir una fuerte taquicardia en el cuello a la vez que sufría una enorme presión en la mandíbula que le irradiaba hacia la espalda en forma de pinchazo, y que le hizo desplomarse súbitamente al suelo. Entonces, sus sentidos se pusieron rápidamente en una pavorosa alerta reconociendo rápidamente la ingrata enfermedad. No era capaz de moverse y el móvil lo había colocado cuidadosamente sobre la mesilla y no podía alcanzarlo. El aire no llegaba a sus pulmones por mucho que intentaba abrir la boca en su busca, y esa dificultad en la respiración le provocó un aterrador acceso de tos que le hizo pensar en el final de su vida. Había indicado en recepción que no le molestasen, ya que había viajado todo el día para acudir al Congreso Nacional de Cardiología, y quería repasar los apuntes de su ponencia sobre "Nuevas terapias en las enfermedades coronarias". Ni siquiera había bajado al comedor a cenar por una inusual sensación de ganas de vomitar que le oprimía el estómago. Creyó que sólo eran los nervios propios de ser uno de los principales disertadores del Congreso. ¡Qué ironía, iba a morir en un hotel cuyas habitaciones estaban ocupadas en su totalidad por cardiólogos!. Nunca había hecho excesos, se cuidaba y hacía regularmente ejercicio físico. Su vida era sana, pero la estaba perdiendo aceleradamente. Sudaba frío y sintió que la vida se le iba. Se resignó dedicándole sus últimos pensamientos a su querida familia.

1 comentario:

  1. ¡ primer! ya tengo la idea, estoy en ello, va a ser un relato feliz

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