jueves, 31 de enero de 2013

En un recodo de la carretera


 El ciclista trató de auxiliarla, pero ella ya no estaba. Había pasado apenas un minuto antes pedaleando como un loco, ajustando aerodinámicamente su cuerpo y aprovechando la leve inclinación a su favor y, en un recodo de la carretera, la había visto: una mujer con aspecto de haberse extraviado, con miedo en la mirada y con ambos brazos extendidos en clara señal de estar solicitando ayuda. El ciclista reaccionó rápidamente, frenó y dio la vuelta, pero al regresar al recodo, ella ya no estaba allí. Se bajó de la bicicleta, observando a su alrededor. El suelo estaba revuelto, con huellas de pisadas recientes, aunque no parecían seguir una dirección concreta. Tras revisar el lugar durante unos segundos, decidió marcharse de allí, pensando que quizás había sufrido algún tipo de alucinación. Se giró, para recoger la bicicleta del suelo, y entonces se dio cuenta de que no podía moverse. Cuando intentaba andar, desplazarse en una y otra dirección, el aire parecía oprimirle con fuerza, impidiéndole cualquier mínimo avance. Lo intentó hacia ambos lados, dándose la vuelta, saltando, arrastrándose por el suelo... todo de forma infructuosa. Estaba atrapado en una especie de campo de fuerza invisible que le retenía contra su voluntad... A lo lejos, vio acercarse un coche. Entonces levantó los brazos, pidiendo auxilio, y deseó que otra persona ocupara su lugar.


Escrito por Igor Rodtem

LA DESPEDIDA

"Sigue tu camino, los sueños se alcanzan, persevera en tus objetivos y sé firme en lo que deseas", fueron sus últimas palabras antes de coger la pesada y anticuada maleta para girarse y subir las escaleras del tren que le llevaría muy lejos de ella. En el vagón, antes de colocar el equipaje, pegó su cara al cristal de la ventanilla, para ver nuevamente aquella cara tan bella, por la que resbalaban lágrimas de tristeza sin parar. La mujer se acercó con la mano levantada para despedirse de él. No vio la bicicleta que a gran velocidad circulaba por el andén y que la arrolló, en el mismo minuto en el que el tren comenzaba su largo recorrido. El hombre que viajaba se quedó paralizado y veía la escena a cámara lenta, cada vez más lejana desde aquella mugrienta ventanilla. El ciclista trató de auxiliarla, pero ella ya no estaba.

miércoles, 30 de enero de 2013

Siento ritmo, y con esto me basta, la mulata murmuró para si, mientras se alejaba de la cocina, dejando plantada a su madre con el repasador en la mano, un vaso a medio secar y la cara de escepticismo con que la miraba cada vez que discutían sobre su futuro. El bolso ya estaba listo desde la noche anterior, en realidad, desde hacía muchas noches, pero por una cosa o la otra, aún no había tomado la decisión. Una vida de servidumbre dedicadas a otros, o una vida hecha a su manera, contorneada desde la cadencia rítmica de sus caderas, honrando a sus ancestros. Una vida perpetuando la creencia de inferioridad o una vida rescatando la historia de melodías arcaicas, sufridas, eternas. Con el malestar en el cuerpo todavía, puso play en su equipo y se echó a la cama, el sonido salió suave pero vibrante, la mulata cerró los ojos y se le escapó una lágrima, la cantante había entonado..."sigue tu camino, los sueños se alcanzan"

martes, 29 de enero de 2013

Cada uno tiene su forma de ver el mundo, el mundo, el mundo. En una astilla de luz, una carcajada de asombro, y un salto de amor por sentirnos libres de vivir sin fines. Sin límites. Bailando tus formas en una sonrisa libre, mírame. No hay más verdad que mi oleaje de sueños y miedos y miedos y sueños en la lenta pasarela de tiempo ensamblada entre un brillo singular en tus ojos o el relieve sexual de tus caderas. ¿Quién quiere ser el dios de todo esto, quién quiere las cadenas sangrantes del insomnio? Yo sólo miro que amo no saber lo que miro, y el sol rojo potente sonríe mi vida. Siento ritmo, y con esto me basta.

Escrito por Hugo Molina.