miércoles, 6 de febrero de 2013

Justo antes de bajarse el telón, lentamente con aquella pesada cretona color beige y granate, rematada con cristales de swarovsky que reflejaban en distintos colores la luz que entraba por el diminuto ventanal situado en la parte alta de la estancia, se oyó el sonido del fino cristal al chocar contra el suelo de mármol negro, seguido del sordo ruido que hace un cuerpo al desplomarse. En aquel momento el encargado de organizar la fiesta de cumpleaños del magnate Olivier Tunsent sintió pavor. Le corrían las gotas de sudor por su espalda. Era el responsable del dispositivo de seguridad de la fiesta. Apenas había veinticinco personas y su jefe yacía tirado en el suelo después de beber champán francés. Sólo se le ocurrió blindar la estancia en la que se encontraban y no permitir que nadie saliese ni entrase. Otro ruido semejante al anterior. En el suelo permanecía una mujer rubia. Y otro, y otro,....alguien habría envenenado el champán. ¡Qué horror!. El también lo había tomado. El sudor aumentaba y no podía controlar su miedo. Le dolía el pecho y apenas podía respirar. De pronto, como en un sueño, vio a su jefe levantarse y reirse a carcajadas, al igual que las personas que habían estado tiradas en el suelo, pero para él ya era tarde. Había sufrido un mortal infarto.

Escrito por: Encendida Libertad

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