Me
siento ante el folio, ha llegado el momento de comenzar. Él me mira,
desafiante, y me dispongo a aceptar el reto. La pluma chorrea tinta cual cuerpo
herido. En ese momento, trato de evitar que se desangre, y es ahí cuando me doy
cuenta, estoy bloqueado. El temor del
escritor se ha apoderado de mí. Curioso, porque no es que yo sea muy escritor.
¿Y ahora qué hago? Estoy ante un blog, en blanco, y pretendo que después de
esta entrada, alguien tome mi relevo, y le dé vida a la bitácora, encadenando
nuestras plumas en un infinito cortejo, con la única finalidad de entrelazar la
literatura que, con el entusiasmo oportuno, puede surgir de almas sin fama ni renombre.
Me lo pido!! :D
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